SL09 Las Canteras

Esta ruta, con poco desnivel y unas vistas espectaculares, nos lleva a recorrer la zona de pastos que separa El Boalo de Cerceda. Siguiendo el trazado de una vía pecuaria conoceremos algunas de las huellas de la tradicional actividad de la cantería.

Este sendero transcurre por la llamada Fosa de Cerceda, una zona llana que se caracteriza por su amplitud visual, la presencia de prados con cercas de piedra, las pequeñas elevaciones en las que aflora roca granítica y algunos “agujeros” que salpican el paisaje, testigos de la tradicional extracción de granito que se realizaba en la zona.

Tradicionalmente la mayoría de estos campos (en las zonas más llanas) se usaron para el cultivo de cereal hasta los años 60 del siglo XX. Hoy, casi todos estos campos se usan como pasto. En aquellas fincas en las que no hay carga ganadera, se puede observar la proliferación del matorral y la aparición de encinas (Quercusilex) y enebro (Juniperusoxycedrus).

Uno de los elementos más sorprendentes del paisaje de esta ruta son los “agujeros” en el terreno que se pueden observar en las fincas que rodean al camino, algunos de ellos pequeños y ya cubiertos por la vegetación, pero aún distinguibles. Son restos de antiguas canteras abandonadas. Las más relevantes se encuentran en el entorno de la urbanización de la Praderas (señalados en el mapa) y en ellas se aprecian con mucha más claridad las marcas producidas por la extracción de bloques de roca.

Estas antiguas canteras, hoy abandonadas, se encuentran en parte cubiertas de agua. Se convierten así en nuevos ecosistemas, al irse instalando comunidades acuáticas de distintas especies: vegetación de ribera, aves acuáticas, anfibios y reptiles o invertebrados como las libélulas. También es posible que acudan a beber mamíferos como zorros o jabalíes.

La cantería fue durante muchos años uno de los principales recursos económicos del municipio. Esta actividad empleaba en los años 60 a más del 40% de la población activa de El Boalo.

El oficio de cantero era un trabajo muy duro, pues se realizaba de forma manual, prácticamente sin medios mecánicos aunque con ayuda de explosivos. El trabajo de “saca” o extracción de la roca (realizado por los “sacadores”) requería tener ciertos conocimientos geológicos, para poder cortar la roca (“cortar a ley”) aprovechando las fracturas naturales (diaclasas). Los “labrantes” trabajaban después la roca en pequeños talleres de labra, ubicados en Cerceda. Allí cortaban, devastaban y redondeaban la roca dando el acabado final. La roca se trasladaba en carros tirados por bueyes y en el ya desaparecido Ferrocarril de El Berrocal, hasta los muelles de Collado Villalba, donde se facturaba.